10 diciembre 2011

Pesadillas

Me vine al lejano país donde empieza el Polo Norte. Me vine buscando poner sal en mi vida. En parte huía de una maravillosa ciudad en donde todos los rincones estaban impregnados de recuerdos que a veces fingía que no me afectaban. Cuando me preguntaban si voy a volver a España yo contestaba que la aventura para mí no parecía más que haber empezado. Que no lo sabía.

Anoche tuve un sueño. Volvía a Madrid. Encontraba un dúplex precioso en una buhardilla en Gran Vía. En la planta baja había un dormitorio pequeño, un baño pequeño y una cocina pequeña. Todo muy cuco. La planta de arriba era un solo espacio con grandes ventanales en las cuatro paredes. La luz entraba a raudales por todas partes, y los cristales eran de esos que tienen canales por dentro con agua circulando consiguiendo una temperatura perfecta. Pensaba que una vez puestas plantas en las ventanas, un generoso sofá y una mesa para comer, aquello iba a quedar precioso.

Mi madre y Ana me ayudaban a colocar las cosas, estaban contentas de tenerme de vuelta. Yo estaba contenta con el nuevo trabajo que había encontrado en Madrid, que me permitía poder pagarme aquel sitio. Todo era perfecto, había terminado más o menos el día, y me acostaba un rato. Entonces en la duermevela, pensaba, ya he venido, ya no tiene remedio, ya no volveré a Dinamarca.

Y entonces me desperté sobresaltada, diciendo, yo no quiero estar en España.

Esta mañana me he dado cuenta de que lo que quiero hoy es no volver.

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