16 agosto 2015

Noruega -4-

Al día siguiente nos levantamos y tal. El coche lo teníamos que devolver y coger el barco. Tengo que aclarar que el coche se podía devolver al lado del barco (cosa que yo había aclarado desde el hotel) pero Paul, por razones que no sé, quería devolverlo en donde lo cogimos. Me había convencido diciéndome que me llevaba al puerto y luego se retornaba, y él bajaba en bici.

Cuando llegamos al pueblo donde había cogido el coche, me suelta en la estación de autobuses. Yo cogí mi maleta y mi bici, pero se me olvidó el casco, más que nada porque me pilló todo de sorpresa. Me indicó un autobús, el conductor nos dijo que la bici no se podía llevar en el bus. Él se puso tonto, dijo que había hueco y que por qué no. El conductor nos dijo que era para carritos para bebés. Después de insistirle mucho, el señor me dejó subirme a condición de que me bajara si subía alguna mamá.

Miré con pánico a Paul. "No te preocupes, no va a pasar naaaaada".

Se fue, y yo no tenía coronas noruegas. El autobús tenía lector de tarjetas, pero no leía ninguna de las mías. Al final un noruego rándom me dejó 100 coronas. Tan desesperada se me tenía que ver que no quiso ni tomar el cambio de las coronas.

Todo el viaje con el corazón en un puño cuando el autobús paraba, hasta que pasó lo que tenía que pasar. A 11 km del puerto, una mujer subió con el carrito.

Me vi en medio de Noruega sin tener ni idea de la dirección. Ni que contar tiene que el siguiente conductor no me dejó subir porque no me puse tan tonta como Paul.

Puse el GPS un minuto y la tarifa de datos y averigüé el camino. En mi interior sonaba la música de Pocahontas cuando sale corriendo a que no maten a John Smith. Según Google Maps, se tardaban 20 minutos en 11 km. Eché cuentas, y cuando empecé a coger la bici (en un recorrido de 25km), el gps decía que se tardaban 60 mins y yo tardaba 120 a principio del verano pasado y 80 al final. Me podría dar tiempo, pensé.

Encajé la maletilla en la bici, monté hasta que me quedé sin aliento. Me daba pánico perder el barco. Había un carril bici, pero se adentraba demasiado en el bosque, y en la carretera había señales al puerto que quería llegar, e incluso cartelitos que ponían "Dinamarca". Así que sin casco y sin ir por el carril bici... llegué al barco en 30 minutos. Algunos coches me pitaron, claro.

Pensé en esperar a Paul, por si no llegaba (al fin y al cabo él tenía que hacer 30 km) y porque además del casco, me había dejado el libro donde llevaba el billete. Luego pensé que él no me hubiera esperado, y que si me volvía a conectar un minuto a internet, podía bajarme la versión digital.

Cuando Paul llegó al barco, yo esperaba en el bar en el mejor sitio, mirando el mar. En el sitio que todos codiciaban, por cierto. El sitio donde si me levantaba, iba a ser ocupado en menos de dos minutos. Así que llega el mozo, y dijo "Vaya, los mejores sitios del barco. Venga, vámonos a dar una vuelta".

Le miré y le contesté, "yo no me voy a mover". Se rió con incredulidad, me dijo que él no se iba a quedar y se fue. De hecho, le pregunté explícitamente si de verdad no iba a volver, y no contestó. Una pareja me pidió compartir la mesa, y pensé, por qué no.

Volvió al rato. Dijo algo así como que no creía que me hubiera dejado comer el terreno por el otro conductor cuando el primero nos había permitido montar la bici. Le dije que estaba en las reglas, dijo "bullshit", y dije bueno, mira, dos autobuseros contra tu palabra. Voy con los autobuseros.

Luego insinuó que eso no era más que un poquito de emoción, que no merece la pena viajar sin emoción. "No me siento emocionada, sino cabreada. No volveré a salir de viaje sin un plan". Resopló.

"Claro, estar sentada en un sofá aquí relajados, es algo así como lo tuyo". Le contesté, "Mira, si encuentras algo emocionante que hacer en este barco, vamos a hacerlo ahora mismo". Puso ojos de plato, claro, no había estado tan respondona nunca. Pero es que me tocó mucho las narices que para bajar una montaña yo fuese su responsabilidad, y para soltarme a 30 km del puerto de repente yo ya fuera mayorcita. Además, reconoció que él lo sabía desde la noche de antes porque había estado mirando los buses.

Lo cierto es que es un loco del deporte, y creo que las dos cosas se debieron a que quería poner un post en facebook con sus estadísticas del fin de semana. En fin.

09 agosto 2015

Noruega -3-

El día siguiente fue más o menos bien, llegamos por la tarde a la cabaña que había alquilado. Visto lo visto en ocasiones anteriores, no me atreví a meterme en la cama con él, y dormí en otra de las muchas que había. Puede que le sentara mal o que le sentara bien, pero él cerró la puerta hace mucho tiempo y traerme a la montaña a Noruega no me parecía señal suficiente para dejar entrever que ya se podía entrar.

Fuimos a hacer el famoso hiking. Miró el mapa y lo interpretó a su manera, claro. Antes de eso ya habíamos tenido varias situaciones a lo largo del viaje en las que obviamente no se enteraba demasiado bien con los mapas. Así que llegó a la conclusión de que el camino empezaba, a la mitad había un funicular y que luego se podía seguir andando o en funicular.

No me gustó el tono en el que dijo que íbamos medio camino y luego yo cogía el trenecito. Pero como estaba obviamente equivocado (el funicular se cogía 1 km más allá por la carretera como claramente indicaba el plano) pues no dije nada.

Cuando fue obvio que no íbamos a llegar a ningún funicular, él ya estaba hasta las narices de mí porque no iba rápido, y se tenía que estar parando a cada rato. Además estaba muy sensible. Cuando estaba cansada, le decía que teníamos que repetir la experiencia pero buceando. "What?" con tono agudo e irritado fue su respuesta, y ya me quedó claro que no.

En otro momento, cuando la caseta estaba todavía muy alejada, una chica al lado mía empezó a protestar "You must be fucking about it". Se volvió serio y me volvió a soltar su "What?" recriminatorio.

Aquí está el trato, me dijo. Llegamos a la caseta, tú te quedas y yo termino los últimos 500m hasta llegar al pico. Luego tú te vuelves en tren y yo vuelvo andando. Otra vez el tono que indicaba que yo podía obedecer o empezar una pelea de novios que no éramos.

Llegamos al refugio, él se fue solito al top y volvió y dijo, venga, ahora te acompaño al funicular. Le dije que me sentía descansada. Me dijo que le daba igual, que él quería bajar rápido la montaña y que no quería que le molestase. Le dije que el tren costaba 30 euros. Le siguió dando igual. Me fui malhumorada al tren y se enfadó. Dijo que aquel era el trato que yo había aceptado, y que quería que me fuese en el tren pero de buen humor.

"No te preocupes, se me pasará".

Estuvimos jugando al Scrabble, por la noche. Spoiler alert, esa era la única razón por la que le acompañara a Noruega. Odia cenar solo y estar solo por la noche en casa. Pero bueno, todavía queda el último día.

02 agosto 2015

Noruega -2-


El plan era montar en bici 150 km cuesta arriba a la montaña, hacer un hiking y volver otros 150 km cuesta abajo. Yo ya le había dejado claro que no era posible para mi, pero que cogía un autobús si había. Había tenido la precaución de reservar en un hotelito cerca del puerto la primera noche. Estuve toda la tarde por ahí mientras él empezaba su hazaña. 6 horas más tarde me llamó y me dijo que sólo había hecho los primeros 30 km porque era todo cuesta arriba. Que me cogiera un autobús a primera hora del día siguiente y alquilábamos un coche.

No había autobús posible, el único iba a Oslo y luego iba a su pueblo, tardando la friolera de cuatro horas. Le dije que no me importaba quedarme en el hotel y que ya nos veríamos a la vuelta. La verdad en ese momento me apetecía entre cero y nada empezar a dar vueltas por Noruega, sobre todo porque yo ya había empezado a darme cuenta de que no había garantía de volver el lunes a tiempo para coger el barco, y ya me había parecido una pasada cogerme el día sin avisar con tiempo, como para llamar y decir, oye, estoy atrapada en Noruega porque soy imbécil.

Él contestaba a esto que el lunes ya veríamos, que ahora no podía saber cómo íbamos a volver el lunes, que quedaba muuucho tiempo para eso. Pregunté dónde se podían coger coches de alquiler, me dijo que precisamente en el pueblo que estaba Paul y que se podían devolver en el puerto, pero para alquilar había que estar donde Paul.

Paul dijo: mañana lo decidimos. Vamos a dormir. Cuando desperté, me encontré un SMS de "he alquilado un coche, voy a por ti". En perspectiva, eso debió levantar la segunda bandera, pero todavía no me enfadé.