02 agosto 2015

Noruega -2-


El plan era montar en bici 150 km cuesta arriba a la montaña, hacer un hiking y volver otros 150 km cuesta abajo. Yo ya le había dejado claro que no era posible para mi, pero que cogía un autobús si había. Había tenido la precaución de reservar en un hotelito cerca del puerto la primera noche. Estuve toda la tarde por ahí mientras él empezaba su hazaña. 6 horas más tarde me llamó y me dijo que sólo había hecho los primeros 30 km porque era todo cuesta arriba. Que me cogiera un autobús a primera hora del día siguiente y alquilábamos un coche.

No había autobús posible, el único iba a Oslo y luego iba a su pueblo, tardando la friolera de cuatro horas. Le dije que no me importaba quedarme en el hotel y que ya nos veríamos a la vuelta. La verdad en ese momento me apetecía entre cero y nada empezar a dar vueltas por Noruega, sobre todo porque yo ya había empezado a darme cuenta de que no había garantía de volver el lunes a tiempo para coger el barco, y ya me había parecido una pasada cogerme el día sin avisar con tiempo, como para llamar y decir, oye, estoy atrapada en Noruega porque soy imbécil.

Él contestaba a esto que el lunes ya veríamos, que ahora no podía saber cómo íbamos a volver el lunes, que quedaba muuucho tiempo para eso. Pregunté dónde se podían coger coches de alquiler, me dijo que precisamente en el pueblo que estaba Paul y que se podían devolver en el puerto, pero para alquilar había que estar donde Paul.

Paul dijo: mañana lo decidimos. Vamos a dormir. Cuando desperté, me encontré un SMS de "he alquilado un coche, voy a por ti". En perspectiva, eso debió levantar la segunda bandera, pero todavía no me enfadé.

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