30 julio 2015

Noruega -1-

No hay nada como tener que hacer algo como para ponerte a hacer cualquier otra cosa.

Hace un par de semanas que el canadiense me escribió un SMS.

"Want to come to Norway Friday?".

Era miércoles, el viernes era día de trabajo normal, pero perdí el culo para pedirle el día a mi manager más el lunes. Ese fue mi primer error.

El martes habíamos quedado en que me daría un toque cuando saliera de K para saber a qué hora llegaría. Eran las 22,30 y no sabía nada de él. Apareció y me dijo que me había dado el toque, sólo que igual mi móvil estaba roto. Ok...

Al día siguiente fuimos al barquito que cruza el mar del norte. Estaba a reventar, los mejores sitios estaban pillados por supuesto y después de dar muchas vueltas sólo conseguimos sentarnos en el interior en unos asientos altos que al menos tenían respaldo. Yo estaba contenta porque eran 4 horas de viaje. Pero no contaba con que él era... un niño de 40 años. No podía parar quieto, y a los diez minutos de despertarse de la siesta dijo que nos fuéramos a dar una vuelta. Era absurdo porque ya habíamos estado en todo el barco como dos veces, y no había nada que hacer. Al menos allí estábamos sentados, yo iba leyendo un libro. En ese momento lo relacioné con el grupo de discapacitados psíquicos que había cerca, que a veces, alborotaban un poco. A mí no me disgustan pero sé que en eso estoy en minoría. Así que estuvimos el resto de dos horas que quedaban de barco subiendo y bajando, dando vueltas por el barquito, sin sentido ni dirección ninguna.

En ese momento no le di importancia, porque total estaba ilusionada. Me apetecía pasar un finde con Paul.