11 octubre 2018

Mi móvil

Suelo comprarme móviles de 200€, y normalmente, dejo que mi madre me los elija, que siempre conoce el último grito en móviles baratos. Cada año (bueno, cada dos años) en Navidades, ella me lleva donde el último grito de móvil barato, ya sea chino o la marca blanca de turno. Es siempre mejor en España que en Dinamarca.
El último me salió tan bueno que en Navidades decidí estirarlo un año más ya que seguía funcionando más o menos, y llegar al récord de tres años.
Me gustan los gadgets, pero reconozco que es belleza efímera, y no creo que merezca la pena realmente. Esta es la breve historia de por qué tengo un OnePlus.
Estaba un día en casa ovulando. Cuando ovulo, por problemas químicos, normalmente empiezo a considerar el suicidio, como pensamiento recurrente. Esos días me siento desde un sofá a lo alto de mi cerebro y abro mucho los ojos ante el desorden general interior y exterior de mi vida, y me bloqueo normalmente por no saber cómo librarme de los pensamientos suicidas ni la suciedad de mi casa.
Esos días suele haber dos líneas de pensamiento en mi cerebro, la niña (que es la que quiere el suicidio) y la voz racional. Por ejemplo, la niña dice:
- No sé por qué te apuntas a la UNED si eres tan perra que es imposible que te leas ni el primer tema.
La voz racional suele entrecerrar los ojos y contesta:
- Al menos no dices que te falta capacidad.
Y pasa. Porque la voz racional con el tiempo ha aprendido a dejar que la niña diga lo que quiera mientras no haga nada. La voz racional suele ser bastante sarcástica y práctica.
Pues estaba en uno de esas espirales maravillosas y que Arena opina que tendría que medicar cuando se me cayó el móvil. Murió al acto, no sólo porque se le rompiera la pantalla capacitiva, murió sin solución de continuidad. Ni se encendía.
La voz infantil se quedó trabada. Como un niño que empieza a llorar y se queda sin respiración. Iba a empezar a gritar.
La voz racional dijo:
- Adivina quién se va a comprar el móvil más chulo que encuentre.
Tuve que utilizar la tarjeta de crédito, que me da mucha rabia casi siempre hacerlo.
***
Reconozco que le doy mucha caña, y los videojuegos van de maravilla. Ese es el único consuelo que me queda en realidad. Soy capaz de darle un uso proporcional a su precio.