10 noviembre 2010

Bajando la guardia.

Después de casi seis meses intentando incluso no tener ni la mínima noticia de Marco, el otro día me levanté pletórica. De repente me sentía bien, era como si por fin estuviera repuesta del todo (por otra parte, lo sigo sintiendo un poco así). Dí las gracias interiormente por si algún ser superior que estuviera escuchando me hubiera ayudado.

Así que me fui a trabajar, me maquillé, cosa que casi nunca hago. Desde entonces me maquillo cada día, los del curro, que son unos chismosos, están convencidos de que me estoy ligando a alguien o que estoy enamorada, o qué sé yo. Cuando me atacan me escudo en que ya cumplí los 30 y tengo que arreglarme más.

Las perspectivas de un País Nórdico, la vida que me espera y los que dejo atrás, todo me parecía llovido del cielo.

Pero últimamente, no sé por qué, a pesar de lo anterior, o precisamente por ello, he bajado la guardia. Sé que no debería, porque me hace daño, pero desde invisible en el Gtalk me dedico a admitir y bloquear a Marco para conjeturar dónde está. Él, sin saberlo, me lo pone súper fácil, siempre en su descripción se puede ver su ubicación (sí, Arena, lo sé, no debería, pero lo hago, y no puedo dejar de intrigarme).

Un día siento que para vacilarle me pondré visible con él admitido y bien en verde, pero eso es buscar guerra, como siempre busco guerra. En realidad, eso es lo que me ha perdido siempre, las ganas de camorra. Sólo que con Marco siempre pierdo y termino reculando, por eso he intentado tener tan poco roce con él, porque sería capaz de obligarme a organizar la fiesta sorpresa de su novia.

Necesito distracciones. El mexicano tal vez venga esta noche... Y con Andrés Laguna, como siempre, me lié en el Destino la otra noche, en vísperas de la Almudena.

Y yo que pensé que había avanzado muchísmo en mi coherencia. Pues no.

No hay comentarios: