23 mayo 2011

Y al final, me arrejuntaré con el mexicano

No me gusta lo suficiente como para embobarme con él, pero ¿acaso eso es malo? Noto que cuando estoy embobada con algún estúpido dejo de tener brillo.

Eso sería pulir mi derecha del todo. Arrejuntarme con alguien a quien verdaderamente no amo porque me quiere, y me consiente, y me mima. Y escucha mis gritos de socorro aunque haga un mes que no nos hablamos, y me escriba un mail de saludo preguntándome si he hecho un pacto con el diablo porque cada vez que me ve estoy más guapa. Y que no entiende por qué no le creo.

Todo el mundo dice que el verdadero amor no es el embobamiento, enamorarse se hace día a día, y no tiene nada que ver con las hormonas. Arena dice que hable a las claras con él (más que lo he hecho hasta ahora me parece imposible), pero ¿qué más tradicional que un matrimonio por conveniencias?

Y todas las ventajas que eso conlleva. Seguiré siendo un espíritu libre. El mismo que va a un bar para mendigos para verlos jugar al ajedrez, o que se oculta en una estación de bus o de trenes para ver gente rara. Que sale y no sabe a dónde va, ni con quién terminará. Que vagabundea por el mundo porque la vida es demasiado absurda como para pensarla demasiado.

¿Hasta qué punto me consentiría el mexicano que hiciera mi vida libre como el viento?

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