27 junio 2017

Por qué pasa lo que pasa

Este domingo me desperté, y me percaté de que llevaba tres días sin duchar, sin cambiarme de ropa, de que me dolía la cara, de que había perdido otra vez el gusto. Pensé que me venía la parálisis otra vez. Me miré el antebrazo. Pensé, no lo permitiré, no permitiré otra vez estar deformada.

Pensé también, todavía se te mueve la cara. Igual es una falsa alarma. No te precipites a conclusiones. Me volví a echar a dormir.

(Bueno, todavía se me mueve, así que al menos eso estuvo bien).

La cuestión es que Dinamarca, como país mágico y encantado, extraño y fascinante, parece que se me va agotando. Debería salir más, pero no soporto a mis amigos, al menos no mucho. Los utilizo, pero soy súper fría con ellos. Es como estar con Ana todo el rato. Soy también fría y dura con Ana, a pesar de los años y de que la quiero mucho. Incluso en el tiempo que la idolatraba, era distante. Gente con la que me ría como con Arena tengo muy poca, de las que se pueda hablar de coños y pollas, y de coches abollados después de 12 horas largas de conducción (¡¡4000 dkk, Arena!! Pero no lo pago yo).

Me resultan irritantes. No sólo porque no se puedan hablar de genitales con ellos. Durante el viaje a Rumanía fueron muy pesados con las indirectas con una chica para que se liara con M. La que mejor me cae, hasta le llegó a insistir en que tomara sus cosas y se las llevara al cuarto de M. Yo no entré en el debate, pero luego a solas le dije que le hiciera hacer su juego de dama difícil de conseguir. En realidad no quería decir eso, quería gritar que la dejara en paz, que follaría/saldría/se casaría con M según se le antojara, y nos lo comunicaría o no según le saliera del chochito.

Por estas cosas y otras, no me gustan. Por ejemplo, que me tiren de la lengua para que cuente algo y que cuando lo cuenten, me hagan callar porque se incomodan. Como cuando mi novio me dejó porque le pedí ir a ver a un médico por las erecciones. Me pillaron bebida y me preguntaron por qué le había dejado, y estaba hasta la coronilla de que hicieran esa clase de suposiciones. Empecé a darle a la lengua y me mandaron callar. No con esas palabras, claro. Me interrumpen, hacen su propia conclusión y cambian de conversación. A mi me dan ganas de estamparles contra la pared.

M. me llama control freak porque cuando se propasa un poquito conmigo a veces en el tren le chillo. Me sube y baja la cremallera del abrigo, haciendo hincapié en las tetas. A él no le parece mal porque lo hace con todas (ejem, no con todos, solo con chicas). Se permitió llamarme control freak durante el viaje de buen rollo y todo. No había terminado de contar la historia cuando me hicieron callar y darle un abrazo de firma de paz con M. Lo hice con la mayor cara de asco posible, y cuando me llamaron la atención, dije: "Mirad, esto es muy cómodo para vosotros, pero no para mí, y esto no acaba aquí." ¡Yo, que había prometido ser buenesísima!

Al final no se liaron, pero en el camino de vuelta al aeropuerto, M. se enzarzó en una acalorada discusión política con el taxista. La chica le tomó la mano, porque se sentía incómoda y quería que parase. Pero M. no entendió el mensaje o lo desoyó, le tomó las manos pero siguió discutiendo alegremente. Yo ahí todavía no sabía si se habían liado o no, pero no les auguré mucho futuro, si ella le ruega algo tan sencillo y él o no lo entiende o no lo quiere entender.

De cualquier manera, aquí estoy, luchando contra mi propia naturaleza, intentando recordar quién era. He encontrado un club de BDSM y me planteo ir el miércoles. Supongo que estará vacío, pero casi mejor, porque la etiqueta dice que hay que ir de BDSM y yo no tengo ni cadenas ni corsets ni cosas así, así que iré vestida de negro, me tomaré un agua con gas y me volveré. Seguro que en esta ciudad, en la que nunca me encuentro a nadie, me encontraré a todo Cristo yendo o regresando, quién sabe. Me escaparé con un "He quedado" y me piraré. Yo los abusos los consenso, incluso los machismos que quiero sufrir, los consenso. Es algo que Arena no comprende demasiado bien, cómo funciona el consenso. Pero sin consenso, el BDSM se vuelve sadomasoquismo puro y duro... Y yo no quiero eso.

Yo sólo quiero no volver a ser buena, porque no se me da bien.

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