03 abril 2011

Etiquetando, la vida se nos fue pasando.

Qué tierno cuando éramos canijas y teníamos una "másmejoramiga". Y no fue tan tierno cuando ya teníamos más amigos, y una de ellas se enteraba de que otra era tu másmejoramiga. Desde ese momento, deberíamos aprender que lo de las etiquetas, no siempre encaja. Mamá y Papá son etiquetas que siempre estarán ahí. Hermanos, tíos, primos.... todos seguirán. Pero a lo largo de la vida, usamos las etiquetas de todo lo demás como esas que son inamovibles. Un amigo no siempre lo será, la evolución y la vida nos dictan ritmos que, a propósito o sin quererlo, nos acercan y nos separan de la gente. Compañero, amigo o vecino, son términos que están sujetos a cambios. Son.... estacionales. Cuando conocemos a alguien, amigo de algún amigo, supongamos, y nos echamos unas risas con unas cañas en un bar, no tenemos expectativas de cuál será la relación que tengamos con esa persona. Dejamos que evolucione, que surja.... y unas veces, no volverás a coincidir, y otras, esa persona pasará a ser, por ejemplo, amigo tuyo. Sin embargo, cuando intimamos las relaciones, la gente tiene una necesidad extrema de etiquetar, cual científico de las relaciones, el estado de cada una de ellas. O follamigo, o novio, o marido, o..... ¿y eso? ¿de dónde viene semejante necesidad? Me explico: soy una persona que no se plantea así las cosas. Empiezo con sexo, como todo el mundo, con una atracción física y curiosidad por lo nuevo. Despejando la incógnita de qué será verdad y qué lo que yo imaginé de cómo sería. Si me gusta, y él quiere, repito. Si repetimos muchas veces, en algún momento, habrá que tener la conversación, a veces incómoda, de qué somos (por situarnos, habrá que usar alguna de las etiquetas socialmente aceptadas) si hay sentimientos románticos incluidos, la cosa va, o no, por un lado. Si hay comodidad, sexo y rutina como analgésico de la vida diaria, va por otro. Si estamos en el mismo punto, o si no. Durante esto, yo no me pongo barreras de conocer a sus amigos o no. En eso soy siempre igual, abierta siempre a conocer gente nueva. Pero haría lo mismo con amigos, vecinos y horteras de la Gran Vía. Cal puede dar fe. Mis amigos siempre se entremezclan. Esta conversación de la que os hablaba, no es por etiquetar, sino más bien, para ir trazando las líneas que dibujan el pacto del que hablaba hace dos post. El de decirnos en qué terreno estamos cómodos. Para mí, un follamigo no quiere decir necesariamente que sea sexo vacío. Puede haber cariño, y diversión, pero no amor. O que falte sincronía de sentimientos. Un novio, no quiere decir que tenga un trámite de conocimiento para llegar a una boda. Porque no quiero casarme. Un marido, no es necesario para mí, porque no creo en ciertas instituciones. Un marido es alguien con quien tienes un contrato, para heredar o que decida si te pueden operar en caso de accidente. No lo veo necesariamente ligado por sentimientos románticos. Después de todo esto, en lo que no sé si me he explicado demasiado bien, lo que quería decir es que, las etiquetas sociales estandarizadas, no siempre se ajustan a todos, y creo que nosotros mismos somos los que tenemos que pararnos, analizar lo que queremos y lo que sentimos y expresarlo lo mejor posible para que los demás entiendan que puedes tener un follamigo del que estás enamorada, pero que sabes que no funcionaría una relación más profunda porque, por ejemplo, os odiáis en convivencia pero funcionáis en la cama. En lógica, esa es una relación difícil de etiquetar, y sobre todo, de llevar. Pero ¿quién dijo que las relaciones eran fáciles?

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